23 abril 2006

¿Objetividad periodística?

En las últimas décadas el periodismo ha vivido notables transformaciones, por un lado por los avances tecnológicos, y por el otro, a causa de la constante evolución de la vida pública. Por ello vale plantearse si aún son válidos los viejos referentes éticos que le han servido de sustento a lo largo de varios años. En esta entrega nos ocuparemos de dos principios básicos: la objetividad y la imparcialidad.

La objetividad, como principio ético del periodismo, se refiere a la toma de distancia del informador respecto de la información. Si somos estrictos, podríamos definirla como una observación sin observador. Sin embargo, dejemos de lado esa connotación para atender al primer esbozo que trazamos. Según los criterios periodísticos, la objetividad implica la descripción aséptica de los hechos.

La consideración de la “objetividad” como un principio básico del periodismo tuvo como origen el sensacionalismo que, antes y durante la Segunda Guerra Mundial, privó en los medios impresos, con el fin de conseguir mayores ventas. En ese tipo de periodismo poco importaba si la información de la que se daba cuenta era verdadera o no. Por lo que el llamado “periodismo objetivo”, que sentó sus reales en Estados Unidos después de finalizada la guerra, se concentró en llevar la bandera de la verdad. Su intención fue la de diferenciarse del periodismo amarillista. De esa forma se ciñó la información a un cartabón que le restó vitalidad, y al mismo tiempo limitó las potencialidades del periodista.

El sociólogo Heriberto Muraro señala que “la estrategia de maximización de la audiencia provocó el desarrollo de una de las mayores creaciones literarias de la época: el llamado periodismo objetivo (...). El aspecto central del periodismo objetivo es lo que ha dado en llamarse la sacralización de los hechos: una reformulación brillante de los criterios de verdad científica al contexto del periodismo" (H. Muraro. Políticos, periodistas y ciudadanos. 1997).

Y es que desde el enfoque objetivista se piensa que la información está contrapuesta a la opinión. Cuando se podría muy bien argumentar, desde otra perspectiva, que son complementarias y entre ambas crean opinión pública. Para el periodismo objetivo, el reportero no es más que un recolector y ordenador de información; no tiene mayor papel y presencia en el proceso informativo. Y si la información es antagonista de la opinión, y por tanto objetiva, el juicio es subjetivo, y por consecuencia, no cabe en la noticia. Lo que nos lleva a pensar en la configuración de la “objetividad” como un principio de abstención del juicio.

En otras palabras, el informador debe de evitar discernir en aras de cumplir con su labor. Si el viejo modelo de la pirámide invertida, y tener que responder en el cuerpo noticioso a una serie de preguntas básicas nos dice cómo se redacta una nota, entonces el profesional de la información se queda para sí con su perspectiva de los sucesos.

En apariencia lo anterior tiene como propósito no influenciar la opinión de los lectores. Sin embargo, la noticia “neutra” no aporta mayores elementos al receptor, porque presupone en éste un nivel de conocimiento de los antecedentes de los hechos y sus repercusiones.

Ahora, esa falta de juicio que se le exige al periodista corresponde a la percepción de que éste no debe fijar su posición frente a los hechos. De acuerdo a Luis Ramiro Beltrán: “la imparcialidad – la actitud de no tomar partido en pro ni en contra de nadie ni de nada – se supone correlato de la objetividad cuando no característica de ella, como también la neutralidad y la ecuanimidad. Y lo opuesto a la objetividad es, evidentemente, la subjetividad”. (Luis R. Beltrán. “La objetividad, ¿mito o meta?”. 2005).

En España, por ejemplo, existe una doctrina jurisprudencial llamada “reportaje neutral”, que tiene que ver con el reflejo, por parte del periodista, de los distintos puntos de vista existentes en torno a un acontecimiento, sin que éste prejuzgue sobre su contenido. Sin embargo, cabe la pregunta ¿siempre es conveniente la imparcialidad? Por ejemplo, en un caso de delito de lesa humanidad, ¿es suficiente con dar a conocer las distintas versiones de los hechos?

Hoy por hoy, la “objetividad” y la “imparcialidad” como principios éticos del periodismo parecen estar en tela de juicio. El imperativo de ofrecer a los lectores el contexto y las consecuencias de los hechos, más allá del qué, cómo, cuándo y por qué, ha significado un desplazamiento del periodismo objetivo, a distintas formas de elaboración, como el interpretativo o el nuevo periodismo.

Asimismo, y como en tiempos anteriores, la necesidad de ganar más lectores y, por consiguiente, lograr mejores ventas, ha supuesto un cambio de paradigma, en el que el subjetivismo ha recuperado terreno. También con la aparición del periodismo ciudadano, que se realiza mediante Internet a través de blogs, la mayor participación del autor en la información se ha dado de un modo natural, dadas las características del medio.

En tiempos en que los valores se han transformado, y la sociedad cuenta con un amplio abanico de alternativas informativas, es menester buscar nuevos referentes éticos para el periodismo, si es que se le quiere dotar de un cuerpo deontológico que corresponda con las circunstancias actuales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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