21 mayo 2006

A propósito de la democracia

Ahora que en la contienda presidencial todos los aspirantes se nos presentan como auténticos demócratas, conviene preguntarnos a qué visión de la democracia aluden, porque si un concepto no ha permanecido estático a lo largo de la historia, ha sido precisamente éste, que aún es objeto de debate.

Hoy por hoy, hablar de la democracia tiene implicaciones diversas, condicionadas por el desarrollo histórico de esta idea. Conviene señalar que la concepción moderna de la democracia arribó con el liberalismo, para desplazar a la democracia de los “antiguos” –como la denominó, con un dejo de desprecio, Benjamín Constant-, que se caracterizaba por el ejercicio de las libertades públicas, es decir, la participación de las personas en las decisiones colectivas. En contraposición, la llamada democracia de los “modernos”, se refiere al goce de la libertad privada, porque al parecer es en “lo privado” donde están los más preciados bienes. Y la participación, por consecuencia, se limita casi exclusivamente al terreno electoral.

Por ello es que liberales contemporáneos como Bobbio, han llegado a una definición ya clásica de la democracia, como “un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos” (Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, 2001).

Entendida de ese modo, es claro que la democracia no es tanto una práctica, sino ese “conjunto de reglas” o normas, que es la legislación. Por lo tanto, es perfectamente legítimo ser democrático de forma pero no de fondo. Por ello es que a este tipo de democracia se le ha denominado procedimental o formal.

La cuestión de la representación también merece un comentario. De acuerdo a Bobbio, hay un “quien” que toma “las decisiones colectivas”, lo que implica que la sociedad ha delegado en una o algunas personas, la representación de sus intereses. Y ello entraña algunos supuestos más que cuestionables, como el que los representantes designados conocen a fondo las necesidades y los temas que atañen a la comunidad. Ahora, si un representante no hace bien su trabajo, la única forma de reprochárselo es en las urnas.

Lo que nos lleva a la pregunta: ¿por qué este esquema es el que domina las democracias actuales? No hay una respuesta simple, pero el académico Marcos Roitman sostiene una teoría interesante que señala que se trata de una forma de legitimar el modelo económico excluyente del neoliberalismo. Y agrega: “vaciada de sus contenidos políticos (la democracia) puede ser reivindicada por el capitalismo sin mayores contradicciones” (Marcos Roitman, Las razones de la democracia en América Latina, 2001).

El propio Bobbio ha dado a entender que el liberalismo -que conlleva una buena dosis de individualismo- y la democracia son incompatibles, a menos “que no se considere la democracia desde el punto de vista de su ideal igualitario”. En otras palabras, que la lucha por la justicia social quede relegada a un segundo plano para beneficiar a unos cuantos, los del poder económico. Por ejemplo, en México con el Fobaproa, los últimos gobiernos han preferido que varias generaciones de mexicanos paguen la deuda de un puñado de empresarios, que especularon con el ahorro de la población.

Por ello es necesaria una reconsideración de la idea democrática, como la que dibuja el portugués Boaventura de Sousa Santos, quien menciona que es necesario que se dejen a un lado los diseños acartonados de la democracia y ésta se ponga en práctica, a través de principios básicos de acción social, como la creación de las condiciones para que “la ansiedad de los excluidos se convierta en motivo de ansiedad de los incluidos hasta conseguir hacer socialmente patente que la reducción de la ansiedad de unos no se consigue sin reducir la ansiedad de los otros”. (Boaventura de Souza Santos. Reinventar la democracia, reinventar el Estado. 1999).

Lo anterior sólo puede operar con la participación política de los ciudadanos, para convertir a la democracia, no en un mero procedimiento, sino en la expresión palpable de la conciencia cívica de las personas. Asunto que en la elección del 2 de julio, está más presente de lo que pensamos ¿o no?