02 abril 2006

La honda secuela de unas caricaturas


Las protestas desatadas entre la población de algunos países musulmanes por la publicación de un grupo de caricaturas de Mahoma, obligan a pensar en varios asuntos, entre ellos el de la libertad de información y si las diferencias entre occidente y el islamismo son tan hondas que la convivencia entre ambos mundos está vedada. Sobre esos temas es preciso hacer unas consideraciones.

Primero, si bien la universalización de los derechos humanos ha sido un proceso occidental de imposición de valores a una población muy diversificada, hay que pensar en que éstos han sido aceptados por varios países musulmanes que integran la Organización de las Naciones Unidas y, por tanto, suscriben lo que establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Sin desconocer que ello ha implicado también el intento de algunas naciones, especialmente de Estados Unidos, de implantar un modelo "democrático" de gobierno en sitios como Irak, en donde se celebraron elecciones a instancias del país ocupacionista.

Pero de vuelta a dicha declaración, ésta enuncia en su artículo 19 el derecho humano a la información de la siguiente forma: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión". Sin embargo en el artículo anterior, el 18, se dice: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia". Pareciera que en el caso que nos ocupa existen dos derechos en conflicto. Porque la prohibición de representar gráficamente a Mahoma es parte de la observancia de una religión específica y ello está incluido en el documento de referencia. Pero también existe la facultad de comunicar opiniones sin ser molestado a causa de las mismas.

Por lo que el asunto, que es aparentemente sencillo, reviste una complejidad importante. El derecho a la información en los países europeos ha encontrado consenso, por ejemplo, en el artículo 11 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, aprobada en el 2000. Dicha prerrogativa, que incluye las libertades de expresión y de opinión, es fundamental para el desarrollo humano por lo que no debe ser limitada, a menos que se trate de los supuestos de excepción que conlleva el ejercicio de cualquier derecho.

En el caso del derecho a la información son tres los límites fundamentales: la afectación a la seguridad de los estados, a la aplicación de leyes y a derechos privados. Ahora, ¿las caricaturas son una afectación directa a la libertad de culto o son una insensibilidad por parte del autor?, ¿alguien ve afectado su derecho a profesar una religión por la publicación de dichas viñetas? pareciera que no. Es probable que se trate de muy poco tacto del autor, quien al realizarlas no cuidó la sensibilidad de una parte del público que profesa el islamismo. Pero es innegable que tiene todo el derecho de publicarlas. En Dinamarca, lugar donde fueron publicados por primera vez los cartones, la ley que estableció la libertad de prensa data de 1770.

El teórico español de derecho de la información, José María Desantes Guanter, decía que en caso de duda se debe actuar a favor de la información, en alusión al principio de derecho penal in dubio pro reo. En otras palabras, es mejor que se conozca la información de referencia a que se oculte. Sobre todo luego de la publicación en otros medios de las mentadas caricaturas, porque lo otro constituiría un caso de censura previa, como ha denunciado la agrupación periodística de Sudáfrica, toda vez que un juez prohibió la difusión de las viñetas en diarios sudafricanos.

Aunque con el razonamiento anterior queda demostrado el derecho de publicación del diario danés que dio a conocer las viñetas, hay otros argumentos que agregan peso a la afirmación. En países como España, en que la protección del derecho al honor, a la intimidad y la propia imagen merecen una ley específica, en el caso de la emisión de caricaturas se reconoce un tratamiento especial. La legislación 1/1982 señala en su artículo octavo que "no se reputarán, con carácter general, intromisiones ilegítimas las actuaciones autorizadas o acordadas por la Autoridad competente de acuerdo con la ley, ni cuando predomine un interés histórico, científico o cultural relevante" y agrega en su punto 2 que el derecho a la propia imagen no impedirá "su captación, reproducción o publicación por cualquier medio cuando se trate de personas que ejerzan un cargo público o una profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen se capte durante un acto público o en lugares abiertos al público (...) la utilización de la caricatura de dichas personas, de acuerdo con el uso social".

Al margen de la cuestión relativa al ejercicio de la libertad de información está un asunto de mayor calado, que tiene que ver con las diferencias culturales que hacen que occidente y el medio oriente vean al mundo de diferente forma. No obstante, es excesivo el planteamiento que, por sobre la diversidad existente en la tierra, establece el dilema de los unos o los otros. Por el lado musulmán es clara esta opinión en grupos terroristas como Al Qaeda. Por el lado occidental algunos autores como Samuel Huntington -el mismo que ve el crecimiento de la población mexicana en EUA como una amenaza- en su libro "Choque de civilizaciones" o el propio presidente George W. Bush en su discurso de "o están con nosotros o en contra nuestra" es un ejemplo del preocupante maniqueísmo con que se intenta manipular a la población para avalar una guerra por petróleo. Visión que poco a poco convierte a las víctimas en victimarios y viceversa. Porque pedir respeto mediante la quema de embajadas no es la mejor forma de conseguirlo.

Conviene preguntarse si se podrán establecer las bases de una convivencia armónica entre distintas formas de percibir la realidad o los atavismos de todos los involucrados serán tan fuertes que en el futuro acaben con el mundo mismo. Desde luego una pregunta tan abierta como sus posibles respuestas.

3 comentarios:

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