02 abril 2006

¿Acto intervencionista o simple anécdota?


De patética podemos calificar la reacción del gobierno mexicano ante la expulsión de un grupo de cubanos del hotel María Isabel Sheraton en el Distrito Federal. El miedo a desatar un nuevo incidente diplomático, luego del reciente conflicto propiciado por las declaraciones del embajador Tony Garza respecto a la seguridad fronteriza, ha puesto en ridículo a la administración del presidente Vicente Fox y, en concreto, al secretario de relaciones exteriores, Luis Ernesto Derbez.

En declaraciones publicadas el sábado, Derbez señala que para defender la soberanía nacional, en el gobierno “no nos enredamos en la bandera nacional ni nos lanzamos del castillo de Chapultepec'' y pidió tomar la relación bilateral con seriedad. Dijo: ''Si no entramos en un debate serio, si no vemos verdaderamente la relación, si no encontramos los objetos y las relaciones que se dan, estamos causando que lo anecdótico vaya por encima de lo que es sustantivo en la frontera”. (La Jornada, 11/02/06).

Calificar el incidente de simple anécdota es una respuesta poco inteligente, sobre todo luego de la polémica que ha desatado un acto que claramente se aprecia como intervencionista. Ahora, si el secretario Derbez entiende la defensa de la soberanía nacional como un acto heroico, en la alusión que hace a la hazaña de los niños héroes, entonces está llamado a actuar con heroicidad. Porque no es un asunto menor que Estados Unidos aplique extraterritorialmente su ley en México. Y ello ha sido ya aceptado tanto por el hotel como por el gobierno de Washington. Si en territorio nacional valen otras leyes que no son las emanadas de la constitución y de los tratados internacionales que el país suscribe, entonces lo congruente es que el gobierno adopte una posición fuerte frente a dicha intromisión.

Por más que en el discurso oficial se quiera minimizar los alcances del incidente, queda claro que se trata de un caso grave de violación a las leyes mexicanas que prohíben la discriminación y la inmovilización de dinero por parte de un particular. ¿O es poca cosa el hecho de que el dinero que pagó la delegación cubana haya sido secuestrado por el hotel a pedido del Departamento del Tesoro de Estados Unidos?

Incluso en nuestro vecino país se oyen voces en contra de la actitud asumida por las autoridades estadunidenses. El periódico Miami Herald, en su editorial del viernes pasado, llama a los funcionarios norteamericanos a disculparse con nuestro país. “Una nación amigable ha sido insultada, algunos negocios estadunidenses en México están alarmados, y Cuba puede una vez más pintarse a sí misma como la parte agraviada en su disputa con Estados Unidos” reza el texto.

Además, el incidente ha lastimado aún más la relación de Cuba con México. El periódico oficial Granma condenó la reacción del gobierno foxista y al respecto señaló que “no puede menos que experimentarse una extraña mezcla de perplejidad y casi un sentimiento de lástima''. Porque la inacción de las autoridades mexicanas es una forma de avalar la discriminación hacia los cubanos, o dicho de otro modo, de dar un espaldarazo a la política anti-cubana del presidente Bush.

Más allá de que el asunto se politice y algunos partidos quieran llevar agua a su molino, lo cierto es que el hecho como tal mueve a la indignación. Una vez más Estados Unidos trata a México como su patio trasero, por lo que no considera que haya necesidad de ofrecer una disculpa. Ya lo dijo hace un tiempo el ya fallecido Adolfo Aguilar Zínzer, entonces embajador mexicano en la ONU. Hay que recordar también las palabras del benemérito de las Américas, que no pierden vigencia: “entre las naciones como entre los individuos, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

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